24.1.09

Leonor


Entramos de la mano Leonor y yo, ella llevaba puesto un vestido rojo, se había dejado el pelo suelto como me gustaba. Las parejas y la gente alrededor del lugar ya estaban entradas en ambiente, la música sonaba bien y las bebidas consistían básicamente en cócteles. Leonor soltó mi mano por unos segundos para tocarse la sien, la frotó con leves movimientos circulares, yo pregunté si se sentía bien, a lo que respondió con una simple sonrisa y volvió a tomar mi mano. Buscamos lugar sin hacer mucho ahínco y decidimos sentarnos cerca de una pareja alemana con ademanes muy finos. Klauss y Emma bebían vodka tonics y sonreían mucho. Platicamos por algún tiempo sobre las diferencias entre México y Alemania que eran muchas y humillantes, pero ellos les daban un toque de simpleza para disfrazarlas. Analizamos el lugar juntos, hicimos comentarios referentes al lugar y vimos algunos cuartos oscuros, algunas mujeres y hombres sonrientes y excitados, otras más sólo conversaban y esperaban su momento.

Klauss y yo penetramos sucesivamente a Emma mientras ésta lamía la húmeda vagina de Leonor, que gemía con placer y sorpresa. La música del lugar se iba perdiendo poco a poco entre el sudor, los gemidos y el alcohol de ese cuarto oscuro, uno de tantos de aquel lugar. Algunas parejas nos miraban expectantes, otras intentaban unirse, a lo cuál Emma y Leonor negaban con un simple movimiento de cabeza y la gente se retiraba siempre sonriente y decididos a encontrar el éxito en alguna otra orgía del lugar. Yo no tenía ninguna objeción y pienso que Klauss tampoco. Leonor cambió posición con Emma; era la sexta ocasión en que Leonor y yo salíamos como pareja, y fue la primera vez que le dije que la amaba.

Klauss comenzó a penetrar a Leonor más rápidamente, ella entremordió mi pene, vi su cara y sus ojos estaban casi cerrados con un temple de dolor, me acerqué a su oído, metí mi lengüa y le pregunté si todo estaba bien. Klauss sacó su falo de mi mujer y pude ver que era enorme, Emma, que tocaba su sexo mientras nos miraba se unió a otra pareja, Klauss la siguió y Leonor se levantó y me dio un beso en la boca, bajó su cabeza y la recostó a mi pecho abrazandome fuertemente, yo le acaricié su rostro y pelo. Le pregunté si se sentía bien nuevamente, ella respondió que sí, así que un negro se acercó a nosotros sonriente, se puso detrás de Leonor y la penetró rápida y bruscamente. Al ver el rostro de dolor de Leonor volví a tener una erección instantánea, ella metió mi pene en su boca, siguió mamandomela desconcertadamente y sus gemidos cada vez eran más bruscos y fuertes, vi que su cara no era la misma, el negro seguía metiendosela cada vez más agresivamente y le dije: -¡Hey, para!. Él no hizo caso y siguió mientras Leonor cada vez gemía más fuerte. -!Imbécil, que pares te digo!-, y lo empujé. Leonor cayó al suelo convulsionándose, entré en pánico y comencé a gritar por auxilio. Una ambulancia llegó y fue el fin de la fiesta.

Al siguiente día, una mañana soleada en Coyoacán, el hospital de Xoco por primera vez representaba algo para mí. Entré al cuarto donde Leonor se encontraba, estaba acostada con la boca cerrada, ni mi pene ni el de otra persona podría robarle la paz en la que se encontraba en ese cuarto iluminado por un sol escueto. La miré con los ojos llorosos y ella abrió los suyos. Sonrió y me dijo que nada me obligaba a estar ahí. Había tenido una apoplejía, la cual no había sido ni fulminante ni tan terrible, pero jamás volvería a caminar, o al menos no de la misma forma. El Glup del suero que caía sobre la manguera que conectaba a su muñeca cada vez me iba diciendo, como si fueran los latidos de mi corazón, que aquella vez habría sido la primera y última vez que volvería a decirle: te amo.

Por David Rentería

*NOCHES SIN PROZAC* jueves a las 21hrs por ITUNES

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